Cerca de doscientas mil personas asistieron en Madrid a la primera manifestación del 1º de Mayo celebrada en libertad. Un años antes, la tradicional fiesta de los trabajadores había terminado con enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, pues a pesar de que los sindicatos habían sido legalizados, a finales de abril de 1977, el Gobierno no autorizó la manifestación. Por ello, cuando en 1978 se permitió la marcha conmemorativa, millares de personas recorrieron las calles de Madrid desde el Paseo de las Delicias a la Puerta de Alcalá. A la cabeza de la marcha iban Nicolás Redondo y Marcelino Camacho acompañados de las ejecutivas nacionales de UGT y CCOO. A continuación iban los dirigentes de la Confederación Sindical del Trabajo Unitaria —CSUT—, tras ellos, les acompañaban destacados representantes del mundo de la cultura, como el dramaturgo Antonio Buero Vallejo, los cineastas Pilar Miró, Juan Antonio Bardem o Basilio Martín Patino y el escritor Antonio Gala. En el orden de la manifestación, los trabajadores del Metal eran los primeros tras la cabecera.
Manifestación celebrada por la jornada de huelga de 12 horas en contra de los recortes de las presetaciones por desempleo. Una manifestación que recorrió las calles de Madrid presidida por el lema «Para que no siempre paguemos los mismos, Juntos podemos». Más de 60.000 trabajadores acudieron al llamamiento de los sindicatos UGT y CCOO.
El asesinato de la inmigrante dominicana Lucrecia Pérez en Arava (Madrid) provocó una fuerte conmoción social en la población española que, hasta entonces, se creía ajena al fenómeno del odio racial. Sin embargo, hubo una rápida respuesta social por parte de los ciudadanos, partidos políticos y sindicatos, convocándose decenas de manifestaciones en ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Pamplona, Córdoba, Sevilla y Zaragoza, en las que se pedía el apoyo a los inmigrantes y el repudo a las actitudes xenófobas.
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En la cabecera de la manifestación: de izquierda a derecha: Rodofo Benito, Marcelino Camacho, secretario general de CCOO, Rodriguez ApolinarEl asesinato de la inmigrante dominicana Lucrecia Pérez en Arava (Madrid) provocó una fuerte conmoción social en la población española que, hasta entonces, se creía ajena al fenómeno del odio racial. Sin embargo, hubo una rápida respuesta social por parte de los ciudadanos, partidos políticos y sindicatos, convocándose decenas de manifestaciones en ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Pamplona, Córdoba, Sevilla y Zaragoza, en las que se pedía el apoyo a los inmigrantes y el repudo a las actitudes xenófobas.
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